blog sobre filología actual en lengua hispana

del latín philologĭa, y éste del griego φιλολογία

San Sebastián. Una aproximación a la poesía homoerótica de Federico García Lorca (Basilio Pozo-Durán)

Propuesta de innovación didáctica
para el aula de Lengua y Literatura en Bachillerato
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Indicaciones para el profesorado

- El material que se distribuirá al alumnado puede estar incluido en un documento de unas dos páginas y su contenido será el siguiente:
  • San Sebastián; (1)
    reproducción de esta tabla de Antonello, óleo sobre lienzo transferido a madera (171 x 85,5 cm), datada entre 1476-1477, actualmente expuesta en la Galería de Pinturas de Dresde; en su origen ocupó el lateral izquierda del tríptico del altar de San Roque que se conservaba en la Iglesia de San Julián de Venecia.
  • Estudio con cabeza de yeso; (2)
    reproducción de este cuadro de Pablo Picasso, fechado en 1925.
    Información relevante: Dalí conoció este cuadro en 1926 cuando visitó a Picasso. Es muy marcada su influencia en la obra de Dalí Composición con tres figuras (Academia neocubista).
  • Composición con tres figuras (Academia neocubista); (3)
    reproducción de esta pintura de Salvador Dalí, óleo sobre lienzo 200 x 200cm
    Información relevante: En esta obra Dalí desarrolla el tema de San Sebastián, clave en la relación entre el pintor y Lorca. Se puede apreciar en la misma una clara influencia del cuadro de Picasso anteriormente mencionado.
  • San Sebastián; (4)
    fragmento del artículo de Salvador Dalí publicado en el número de julio de 1927 de la revista literaria catalana L'amic de les Arts, y publicado posteriormente por García Lorca en la revista Gallo.
    Información relevante: Está dedicado a Federico García Lorca, el texto constituye una exposición de las ideas estéticas de Dalí.
  • Carta (5)
    de Dalí enviada a García Lorca en marzo de 1927.
    Información relevante: Identificación de Lorca con San Sebastián.
- El objetivo de esta propuesta es, como queda señalado en el título de la misma, acercar la poesía homoerótica de Lorca al alumnado a través de testimonios de diferentes disciplinas artísticas de distintas épocas, tomando como elemento común la figura de San Sebastián. Se pueden organizar debates en el aula, que el alumnado realice comentarios escritos tanto de los cuadros como de los textos, que busque otras expresiones artísticas (música, escultura, cómics, etc.) sobre la figura de San Sebastián, etc. Una vez comentado y analizado el material, se puede proceder a abordar algunos poemas lorquianos de temática homoerótica, como por ejemplo: Oda a Salvador Dalí, el conjunto de poemas Sonetos del amor oscuro, Canción del mariquita, En Málaga (canción en Eros con bastón, 1925), etc.

Bibliografía y otras fuentes consultadas:

GARCÍA LORCA, Federico: Epistolario completo, Madrid, Cátedra, 1997

GIBSON, Ian: Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca, Barcelona, Plaza & Janés, 1998

GIBSON, Ian: La vida desaforada de Salvador Dalí, Barcelona, Anagrama, 2003

Portal Católico El Testigo Fiel (última consulta: 10/05/10)

Huerta de San Vicente, Casa Museo Federico García Lorca (última consulta: 10/05/10)

Carlos Edmundo de Ory. Poeta más allá de la vanguardia (Luis Antonio de Villena)

Carlos Edmundo de Ory, poeta, nació en Cádiz el 27 de abril de 1923 y falleció el 11 de noviembre de 2010 en Thezy-Glimont (Francia).


Inquieto, asilvestrado, infantil, hondo, tremendamente singular y creativo, Ory mostraba su ser poeta mago en casi todo, desde la variedad de su amplia poesía hasta su indumentaria bohemia, pasando por su amor al happening. Yo lo conocí en mi adolescencia (a fines de 1970) cuando Carlos Edmundo, que ya vivía en Francia –en Amiens entonces– vino a Madrid a leer poemas en Puente Cultural de la antología que de su obra acababa de hacer Félix Grande y que le abría verdaderamente a las nuevas generaciones… Leía muy bien, pero para evitar la censura –nos dijo después en una cena– siempre que se refería a España decía «Ispiña», declarando que eso era un uso «postista».

El postismo, como su nombre quiere indicar, es el último ismo, la vanguardia o neovanguardia tras los anteriores ismos, y fue un suspiro de irreverencia con ecos surrealistas, hasta donde podía tolerar la hosca posguerra española. El postismo fueron, sobre todo, Carlos Edmundo de Ory, Eduardo Chicharro Hijo, Silvano Sernesi, y anduvieron muy cerca, entre otros, Paco Nieva o Gloria Fuertes, que llegó a enamorarse de Ory aunque sólo fue correspondida en amistad. Un momento el del postismo que, junto al grupo Cántico de Córdoba, iba a suponer la mejor heterodoxia a la poesía imperante en las dos primeras generaciones poéticas de posguerra.

Carlos Edmundo de Ory nació en Cádiz (donde realizó sus estudios) el 27 de abril de 1923, dicen todos sus libros, pero últimamente se ha apuntado que en verdad habría nacido en 1921. Su padre fue un conocido poeta modernista, Eduardo de Ory, autor de numerosas antologías de la poesía de su tiempo. En 1942, Carlos Edmundo deja Cádiz por Madrid y comienza el rico y disparatado tiempo postista. En 1945 publica Versos de pronto, su primera colección de poemas en lo que será, casi hasta el fin, una riquísima y plural bibliografía. Cansado (como tantos) de la censura franquista y del ambiente rancio de cerrado y sacristía que se vivía en aquella España, en 1953 –cuando se puede ya dar por clausurado el momento postista– Carlos Edmundo de Ory se va a París. En Francia vivirá hasta su muerte, haciendo cortos viajes a su país natal de cuando en cuando y habiendo vivido también en Perú. Después de París vino Amiens y finalmente un pueblo del norte, Thezy-Glimont, donde ha fallecido con 87 u 89 años, asunto que según algunos cercanos está todavía sin aclarar.

Carlos Edmundo de Ory (que también publicó prosa de cuando en cuando, como los cuentos recogidos en Cuentos sin hadas de 2001) era un poeta plural y polimorfo, que podía ir desde el poema- objeto (lo vi lanzar globos con letras al aire de Granada en 1983, para que el viento azaroso fabricara los versos) hasta el soneto más clásico o más nuevo. En su inspiración late siempre lo imaginativo y lo fabuloso de manera tal que podría considerarse, con mucho honor, como uno de los hijos últimos de un surrealismo muy particular, que a ratos no ocultaba ni el dolor ni la confesión como se muestra en uno de los libros de su retorno, Técnica y llanto (título muy significativo) de 1970. Antes, entre tantos libros, estarían el espléndido Los sonetos (1963), Miserable ternura (1972) o Cabaña (1975). Todos esos caminos fueron proseguidos y enriquecidos, como muestra la excelente y amplia antología de su obra siempre en marcha, Música de lobo. (1941-2001) que realizó y prologó Jaume Pont.

«Han enmudecido los maestros del sueño/ La belleza aqueróntica está carcomida», se quejaba Carlos Edmundo. Poeta puro, poeta imagista, poeta sensible y sensitivo, Carlos Edmundo de Ory, sobre todo en su última época, realizó también sorprendentes colecciones de aforismos, de varia gama, que él llamaba «Aerolitos», una de cuyas últimas colecciones salió hace un par de años.

Ory (además del postismo) no dejó de promover movimientos poéticos, más o menos efímeros, como el APO en 1968 (Átelier de Poésie Ouverte o Taller de Poesía Abierta). Uno de sus libros últimos más bellos, a mi saber, es Melos Melancolía (1999), porque si Ory podía ser juguetón y travieso es asimismo un hondo poeta atravesado por ríos de niebla y un alto poeta amoroso, como puede comprobarse en su gran poema Amo a una mujer de larga cabellera, donde hallo este hermoso verso (Ory es poeta de fulgurantes aciertos): «El barco del placer encalla en alta mar».

Teniendo al gran Vallejo o al chileno Gonzalo Rojas como maestros o amigos, la poesía de Ory (vastísima) es un rico océano. En España ha sido, al final, querido y respetado pero no premiado, pese a nuestra famosa afición de premiar a los viejos. Sólo la Junta de Andalucía le declaró Hijo Predilecto en 2006. No hay más honores, si no lo fueran en sí sus muchos libros y antologías, su magisterio de heterodoxo irredento del que ningún premio lo ha salvado. En noviembre de 2007 dejó un legado en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes que no se conocerá hasta 2022. A mí, personalmente, me parece triste que el gran Ory se haya ido sin galardones, pero me alegro de otro lado porque ello valida su auténtica heterodoxia y lo aleja definitivamente de la lamentable legión de afanosos buscadores de premios, de la que el mismo Ory hacía chanza. Sus propios versos, sus muchos libros y el haber fallecido autoexilado son su mejor, su más augusta medalla. ¡El Aqueronte es tranquilo y es tuyo, amigo!

El castellano cambia de cuna (Miguel A. Vergaz)

El Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, avalado por la Real Academia Española, presenta documentos del siglo IX que resitúan el origen del nacimiento del idioma.

El primer testimonio escrito del castellano retrocede dos siglos atrás en el tiempo, del XI al IX, y viaja de La Rioja a Castilla y León. Así lo demuestra un estudio sobre los manuscritos de Santa María de Valpuesta (Burgos), que cuenta con la bendición de la Real Academia Española (RAE) y que, en la práctica, dinamita el ya cuestionado mito de las Glosas Emilianenses como primer texto y San Millán de la Cogolla (Logroño) como cuna del castellano.

La investigación acredita que en este monasterio de Valpuesta, a 90 kilómetros de la capital burgalesa, se encontraron los documentos más antiguos (del siglo IX) que incluyen términos en castellano, en oraciones en las que el latín iba desapareciendo y se apreciaba el orden lógico del nuevo idioma.

Estos escritos eran conocidos como Cartulario de Valpuesta y el historiador clásico y de referencia de la lengua, Ramón Menéndez Pidal, ya los mencionaba en su estudio Orígenes del Español. Sin embargo, la presencia de falsificaciones entre los más antiguos, con las que los monjes simulaban tener privilegios reales que, en verdad, nunca les habían sido dados, hicieron que los estudiososmiraran con desconfianza todo el conjunto de legajos.

Ahora filólogos y paleógrafos del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua han apartado las falsificaciones –tres en total– y han acreditado la validez de los 184 documentos restantes.

La RAE ha coeditado en dos lujosos volúmenes Los becerros góticos y Galicano de Valpuesta, que recoge el estudio, con una tirada de 2.500 ejemplares. La presentación tendrá lugar el próximo 12 de noviembre en la sede de la Academia en Madrid.

Su vicedirector, José A. Pascual, da por seguro en el prólogo «el consenso entre filólogos e historiadores, en cuanto a que acerca mucho el trabajo a lo que se entiende por definitivo». Pascual entiende que el fondo valpostano permite «saber en qué fase se encontraba el latín a su paso al romance castellano» y extrae algunos ejemplos como plumazo (una primera acepción de colchón en el año 935), matera (madera) en el 940 o corro (corral) en el 975.

Los fondos de Valpuesta constan de ocho documentos del siglo IX, 39 del X, 49 fechados en el XI, 90 en el XII y uno del XIII, y consisten, sobre todo, en escritos que registran donaciones de bienes materiales (ganado, tierras o enseres) de particulares al monasterio a cambio de bienes espirituales como un entierro en su suelo o misas en su memoria.

Los escribientes de aquella época intentaban plasmar los acuerdos en latín. Pero Gonzalo Santonja, director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua y filólogo, señala que ese latín «estaba tan alejado de la rectitud, presentaba un estado tan evolucionado o corrompido» que, asegura, «se puede concluir que la lengua de los becerros de Valpuesta es una lengua latina asaltada por una lengua viva, de la calle y que se cuela en estos escritos».

La investigación de estos documentos supone, más que la mera constatación de la presencia de una serie de palabras en castellano primitivo cuyas variaciones hoy todavía se utilizan, la existencia en el siglo IX de «un orden que ya no es del latín, sino el de la lengua romance».

El hallazgo tiene repercusiones políticas y académicas. Valpuesta adquiere una nueva dimensión legitimadora para Castilla y León, comunidad invitada este año en la prestigiosa Feria del Libro de Guadalajara y a ella asiste como lugar de origen de la lengua común.

Un título que todavía ostenta La Rioja gracias a las anotaciones manuscritas de San Millán de la Cogolla en las que se halló el considerado hasta hoy como primer testimonio del romance hispánico.

- Las pesquisas de una investigación.

Lejos de tratarse de un secreto, el proceso de estudio realizado a instancias del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua ha dado lugar a numerosos encuentros de especialistas en historia y filología de universidades españolas y extranjeras desde hace cinco años.

Burgos capital acogió el último de ellos, el pasado 25 de octubre, pero la verdadera prueba de fuego de las bases del trabajo que se presenta esta semana se remonta a una convención en Miranda de Ebro en 2008.

En ella participó una veintena de expertos que asistieron a la primera exposición en profundidad de estos hallazgos. Después de realizar distintas observaciones, al final los consideraron válidos.

Ahora, el ciclo se cierra. Las conclusiones ya están editadas en dos volúmenes. El primero incluye el trabajo de José María Ruiz Asencio, catedrático de Paleografía de la Universidad de Valladolid y una de las mayores autoridades en escrituras visigóticas. Junto con sus colaboradores Irene Ruiz Albi y Mauricio Herrero Jiménez, Asencio describe, data, traduce y contextualiza los documentos de Valpuesta. Lo hacen, además, fijándose especialmente en el léxico para facilitar el futuro uso de los filólogos.

El segundo de los volúmenes recoge la reproducción fotográfica de los documentos originales con los que se ha trabajado para despejar cualquier duda sobre las conclusiones.

Según Santonja, este trabajo representa «el comienzo» de una profunda labor de estudio del Instituto en otros lugares de referencia en Castilla y León, como los municipios Sahagún y Oña, en León y Burgos.

María Rosa Lida o las luces de la filología (Francisco Rico)

Hoy, 7 de noviembre, se cumple un siglo del nacimiento de María Rosa Lida en Buenos Aires, y pronto hará medio de su muerte en California, el 26 de septiembre de 1962. A quien no sepa qué alturas de excelencia alcanzó en la filología y en la historia de la literatura, quizá quepa sugerírselo resumiendo que en ella confluyen y se incrementan todas las virtudes de las tradiciones en que se formó y cuyo entrelazarse fue el tema central de sus estudios: las tradiciones de Atenas y Jerusalén, la Argentina de la Weltliteratur, la España del Centro de Estudios Históricos.

De familia asquenazí decidida a arraigarse en una nueva cultura, un hermano suyo, el admirable Raimundo Lida, la recordaba "muy niña, inclinado el rostro -hora tras hora, domingo tras domingo, verano tras verano- sobre las páginas amarillentas de la Biblioteca Clásica" de Hernando. La inicial vocación de helenista se trocó en entusiasmo por la literatura española al entrar (1933) en el Instituto de Filología que Amado Alonso, su gran maestro (y acaso su gran pasión voluntariamente ignorada), dirigía como espléndida prolongación de la escuela de Menéndez Pidal.

Pero el Instituto eran también Pedro Henríquez Ureña, Alfonso Reyes, Américo Castro, hombres con la misma amplitud de horizontes que don Amado, y precisamente en una Buenos Aires leída y cosmopolita hasta el exceso, la Buenos Aires de Victoria Ocampo y Jorge Luis Borges, donde María Rosa se codeaba con ambos dando por radio una conferencia o publicando en Sur un ensayo sobre el mito de Helena, y únicamente echaba en falta una colección de libros antiguos como las mejores europeas.

A principios de los años cuarenta, tenía poco menos que terminado un estudio monumental en torno a la huella de Flavio Josefo en las letras hispánicas desde la Edad Media hasta el periodo colonial, con frecuentes miradas a otros dominios y un montón de estupendas digresiones. No había elegido el asunto al azar: Josefo, el judío helenizado y civis romanus, no podía resultarle sino íntimamente atractivo; y acotar su influencia en tal marco, del viejo al nuevo mundo, era como situarse ahí ella misma.

Ese trabajo, donde se aprecian ya en plenitud las que serían para siempre las coordenadas mayores de su quehacer, quedó sin embargo inédito (solo póstumamente ha ido llegándonos a retazos), mientras por los mismos años María Rosa empezaba a dar a luz una serie de artículos que, cordialmente pregonados por Amado Alonso, causaron el deslumbramiento de todos los lectores, con don Ramón a la cabeza, y le ganaron un prestigio con aureola de mito. Eran artículos, como Transmisión y recreación de temas grecolatinos en la poesía lírica española o Dido y su defensa en la literatura española, en los que la autora indagaba la Nachleben, la pervivencia de los motivos clásicos con una erudición y un discernimiento como nunca se habían visto después de Menéndez Pelayo.

Trasladada a los Estados Unidos, en 1948 se casó con el insigne romanista Yakov Malkiel. La relación entre ambos había comenzado por vía epistolar, en una correspondencia, por fortuna conservada, que constituye un paradigma de elegancia y artes de seducción (en España se publicará con el título de Amor y filología); y el mismo día en que se vieron y se tutearon por primera vez se prometieron en matrimonio.

En Berkeley, donde enseñaba su marido y por tanto no podía hacerlo ella (así estaban las cosas), con solo breves etapas de visitante en otras universidades, los tres lustros escasos que le quedaban de vida fueron de una fecundidad pasmosa. A las múltiples aportaciones en revistas especializadas, vinieron entonces a sumarse los grandes libros sobre Juan de Mena (1950), la idea de la fama en la Edad Media (1952) y La originalidad artística de La Celestina (1962), el gigantesco volumen al que había dedicado tanto esfuerzo y talento y que no llegó a ver impreso.

En las pocas líneas que aquí son posibles, no me siento con fuerzas para explicar a quienes no lo hayan apreciado por sí mismos el valor de esos trabajos y de la entera obra de María Rosa Lida. Quizá la clave última esté en que solo por excepción abordaba y dilucidaba un punto concreto sin contemplarlo a la vez como elemento de una serie literaria, no en el sentido del formalismo ruso ni de una sosa búsqueda de fuentes e influencias, sino en cuanto eslabón de una cadena, ideal o real, de potencialidades expresivas, de capacidades de comunicación. En la tradición literaria de Europa y América, en particular, de la Antigüedad a nuestros días, un texto se lee siempre a la luz de otros, se entiende y cambia de sentido a la luz de otros, y cada uno afianza la unidad del conjunto. La turbación de Melibea al oír el nombre de Calisto es y no es la de Fedra y la de Ana Ozores.

María Rosa Lida no tuvo discípulos, porque solo breve y ocasionalmente ejerció la docencia; y no crear escuela fue el precio de poseer unas dotes tan excepcionales. Mucho me temo que hoy tampoco se la recuerde ni se siga su ejemplo como merecería. Yo confieso con cuánta nostalgia estoy evocando la estrella fugaz "la cui fiamma passò sulla mia giovinezza" y ha continuado guiándome incluso cuando me tocaba disentir.

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